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ENEMIGOS DE LA UTILIDAD - Encerrarnos en el presente


En la entrega anterior hicimos un primer recuento de los Enemigos de la utilidad; en el transcurso del mismo imaginamos a éstos, no como personajes de existencia real, sino como aquellas actitudes que podemos (todos… también nosotros) tener frente a ciertas situaciones.

En esa entrega habíamos explorado el concepto huir hacia abajo, que importaba revisar aquellos comportamientos en los que, para escaparnos de una decisión comprometida en nuestro nivel, aceptamos (más bien buscamos o… inventamos) ocupaciones inferiores, que nos permitan argumentar, estamos tapados.

Dejemos el punto ya tratado, recordando su fundamental importancia, para analizar otra actitud nociva, en términos del Resultado y su mejoramiento, como es la de encerrarse obsesivamente en el presente; nos referimos, para aclarar el concepto, a aquellos intentos de congelar la actual situación, hasta tenerla dominada, para luego, ya tranquilos (en nuestra imaginación)… largarnos con todo.

Nos encontramos con la posibilidad de ganar terreno en el interior, intensificando nuestra presencia o ingresando en aquellas plazas donde aun no estamos o quizás, llegó el momento de elaborar esa línea de productos, primos de los actuales, que mejorarían, sin duda, nuestro perfil económico.

Frente a esta posibilidad, que debería usufructuarse de inmediato, nos hacemos o surgen, los siguientes planteos:

Convendría esperar que mejore la expedición, todos los meses quedan pedidos sin entregar...O… aún no estamos lo suficientemente organizados…O… resolvamos primero el problema financiero… etc.

El análisis de estos planteos me permite formular una primera y profunda reflexión:

La perfección no es un requisito de la utilidad.

No veamos en esta afirmación, una aceptación al crecimiento de cualquier manera o a la desprolijidad en los procedimientos; no le demos este sentido negativo, sino rescatemos el cuidado que debemos tener en el recuento de nuestros errores y sobre todo el uso que hacemos de ese inventario.

El conocimiento de nuestros puntos débiles es válido y necesario, para dedicarnos a mejorarlos, pero no nos ayuda si es esgrimido como argumento para frenar el espíritu empresario.

Presenciemos esta escena:

El mes… tuvimos facturación normal. Al cierre de las operaciones, entre múltiples análisis, observamos que han quedado 20 pedidos sin ser entregados, lo que obliga a una negociación entre distintos sectores por la necesidad de ser considerados venta del mes.

Conjuntamente con la mencionada negociación se genera el clima necesario para que, recordando todo lo leído y escuchado sobre atención al cliente, se sucedan nerviosas reuniones para resolver el problema.

Al mes siguiente tenemos la suerte de lograr una venta pico; mientras estamos disfrutando el momento nos asalta una duda ¡que lio habrá en expedición! (lamentablemente, después de aquella reunión no pudimos seguir más el tema).

Para nuestra sorpresa, al hacer la averiguación correspondiente nos encontramos con que no se entregaron… 20 pedidos.

El mes que sigue, y con esto cerramos el ejemplo, no llegamos al presupuesto; bueno – nos consolamos- al menos este mes no habremos dejado pedidos pendientes, pensamos, mientras leemos el dato que nos acerca nuestra secretaria (notó que lo pedimos todos los meses y se anticipó) que dice: PEDIDOS NO ENTREGADOS… 20.

Utilicemos esta visión como ejemplo de aquellos problemas que tienen permanencia en nuestra empresa y nos cuesta eliminar en su presencia residual (últimas entregas, últimas cobranzas etc.) pero no tienen posibilidad de acompañarnos en nuestro crecimiento, dado que la mejor forma de enfrentarlos no es quedándose quietos, sino avanzando.

Reitero lo expresado al invocar que la perfección no es un requisito de la utilidad y también la posterior solicitud de no interpretarlo como el renunciamiento a su búsqueda, para sí rescatar como mensaje aquel espíritu del pionero que no se apoyó para la construcción del proyecto empresario, ni en su excelente red de distribución ni en el exhaustivo conocimiento del mercado, sino en la visión (anticipada, la más de las veces) de la oportunidad, poniendo todo para no perderla.

Después de todo uno de los mayores errores (¿pecados?) empresarios es aceptar ganar menos de lo que podríamos.

No lo cometamos.





Autor: José Antonio Veiga

Director de ANALIXIS S.A.


Publicado en revista PROFESIONAL CPCEPBA (julio 2018)

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